domingo, 8 de septiembre de 2013

IMPRESIONISMO

En primer lugar, hay que hacer la precisión de que el impresionismo es estrictamente una escuela pictórica que se da en Francia. Aunque haya una tendencia a calificar como impresionistas a toda una serie de pintores de otros países, contemporáneos o posteriores a dicho movimiento, la realidad es que, "ni las intenciones ni la técnica se asimilan perfectamente a la del grupo parisiense, único, que puede llevar de modo idóneo el calificativo de impresionista". Hecha esta salvedad, a modo de aclaración, pasemos a ver cómo se originó dicho movimiento, sus premisas y su historia.
Aunque el realismo había supuesto un gran avance en la representación de la vida moderna, siguió, sin embargo, apegado a la pintura de taller y sus tradicionales contrastes de luces y sombras. Será la generación siguiente la que, aspirando a una pintura más clara y aérea, intentando captar los aspectos fugitivos de la naturaleza, produzca una de las revoluciones más importantes en la historia de la pintura. Esta concluyó en un nuevo modo de ver, en una renovación de la visión pictórica. Así, el impresionismo no sólo renovó los procedimientos técnicos de la pintura, sino también nuestra visión del mundo exterior.
Aunque supuso una reacción contra el realismo, rehusó, al igual que este, los temas académicos tradicionales de clásicos y románticos, centrando también su interés en la representación de la vida moderna. Pero rechazaron la tradicional práctica de la pintura en el taller para reivindicar la pintura al aire libre, lo que ha dado origen al término plenairsimo. Esta misma práctica trajo como consecuencia el rechazo de la pintura oscura y bituminosa, en que el negro jugaba papel fundamental para alcanzar una pintura <<clara>>, sin sombras negras, porque en la naturaleza, todas las sombras son transparentes y coloreadas, llenas de reflejos. Como igualmente supuso el tomar conciencia de que la forma y los colores de los objetos no son constantes, que varían según el grado de luminosidad, que la luz renueva sin cesar el espectáculo de las cosas, con lo que el sujeto del cuadro resulta un tanto indiferente en favor de la luz que lo transfigura.
Se trata, por tanto, de una concepción pictórica del mundo exterior totalmente nueva, en la que las figuras y los objetos pierden toda la consistencia y materialidad que les había proporcionado la práctica pictórica desde el Renacimiento, viéndose la naturaleza como una sucesión de apariencias, como una secuencia inestable, fluida y en movimiento, como un perpetuo devenir. Esto se tradujo en la práctica en una técnica pictórica que utiliza las pinceladas yuxtapuestas de tonos puros, formando una estructura de toques de color, en la que el negro o bien es radicalmente suprimido o se reduce al mínimo.
El Impresionismo no conformó una escuela, ni fueron tampoco muchos los pintores que estrictamente lo practicaron, sino que es una actitud común de determinados artistas ante una serie de problemas pictóricos considerados por ellos esenciales. Estos problemas ya se venían presintiendo desde antes, como vemos en la indiferencia temática de obras de Constable y Turner, en que la luz y su diferente intensidad juegan un papel fundamental. Igualmente presienten, o de alguna forma predicen, lo que habría de venir, pintores como Delacroix, Courbet y Corot, pero sobre todo Daumier, Millet y la Escuela de Barbizon.

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