miércoles, 29 de octubre de 2014

OBSERVAR UN CUADRO

Es propio de nuestra época el interés masivo del público por los grandes artistas y las facilidades para ver y estudiar sus obras. Y sin embargo muchas de las pinturas mostradas aparecen en entornos ajenos al arte, como anuncios o tarjetas de felicitación. En otras palabras: no son realmente observadas, pues ver no es lo mismo que observar; ni oír igual que escuchar: ver no entraña más esfuerzo que el de abrir los ojos; observar significa abrir el espíritu y poner a prueba el intelecto. Observar un cuadro es emprender un viaje lleno de posibilidades, entre ellas la de compartir las visiones de otra época; y como todo viaje, cuanto mejor se prepare, más gratificante resultará. La mejor forma de viajar es con alguien que haga reparar al visitante en aquello que podría pasar inadvertido.
A continuación detallo las 6 directrices.
TEMA
Todos los cuadros tienen motivos específicos, cada uno de los cuales transmite un mensaje. A menudo es fácil de reconocer; pero muchas veces, sobre todo en las obras antiguas, los artistas eligieron historias bíblicas o de la mitología grecorromana, sabedores de que les resultarían familiares a sus destinatarios. Redescubrir esos mitos y leyendas en nuestros días puede ser uno de los mayores placeres al contemplar un cuadro.
TÉCNICA
La comprensión de las técnicas empleadas en una obra de arte -la pintura al óleo o el fresco, por ejemplo- ayuda a entender y apreciarla en su justa medida. Casi todas las obras pictóricas destacan por su pericia e innovación técnica.
SIMBOLISMO
Muchas obras utilizan un lenguaje simbólico y alegórico entendido en su día por los pintores y su público. Los objetos no representan sólo su forma física, sino que encarnan conceptos mucho más profundos y abstractos. Hoy la familiaridad con este lenguaje es mucho menor, pero puede aprenderse o redescubrirse estudiando los cuadros y las creencias de la sociedad del momento.
EL ESPACIO Y LA LUZ
Los artistas que buscan una plasmación convincente del mundo en la superficie lisa de una tabla o lienzo precisan dominar la ilusión del espacio y la luz. La diversidad de formas con que se crea tal ilusión es enorme. En algunos casos el mayor placer visual de un cuadro radica en el modo en que el artista ha tratado estas dos huidizas cualidades.
ESTILO HISTÓRICO
Todos los períodos históricos han generado un estilo reconocible en las obras de sus artistas señeros. Los estilos no existen de forma aislada, sino que se reflejan en todas las artes; así se puede rastrear la evolución de la pintura desde sus orígenes hasta la época moderna.
INTERPRETACIÓN PERSONAL
Todo aquel que se lance a explorar los significados de un cuadro quedará sorprendido por la multiplicidad de puntos de vista que se le ofrecen. Un principio fiable es el siguiente: si ve algo por sí mismo, créalo, digan los demás lo que digan; si no lo ve, no lo crea. Todo el mundo tiene derecho a interpretar libremente una obra de arte partiendo de su visión y experiencias personales.
El conocimiento de la historia, la técnica y otros aspectos debería ampliar esa experiencia; pero si la dimensión personal (o espiritual) se pierde, contemplar un cuadro vendrá a ser lo mismo que mirar -y tratar de resolver- un rompecabezas.










Giorgio De Chirico

"Los autómatas ya se multiplican y sueñan". Esta frase, siempre que se la ha encontrado, ha hecho surgir de forma inevitable en los espíritus la imagen de un cuadro de Giorgio De Chirico. La figura de este artista es, sin duda, una de las más fascinantes de las que recorrieron Europa en las primeras décadas del siglo XX. Para seguir el rastro de De Chirico hay que remontarse mucho antes del nacimiento del surrealismo, entre 1911 y 1917. En aquellos años, solo y contra la corriente de lo que entonces se llamaba espíritu moderno, el "Maestro de los Enigmas", situaba el decorado de un universo visionario, no en el sentido de un apocalipsis, sino, unido a una visión totalmente vuelta hacia el interior, hacia la cara oculta del ser. Su arte, de este modo, resultaba ser una visión interior de gran poder subyugador. Plazas desiertas bordeadas por palacios con arcadas; pórticos, estatuas y algunos paseantes solitarios que proyectan a lo lejos, en el atardecer, sus sombras alargadas, perdiéndose la angustiosa perspectiva en un horizonte verdoso, atravesando una locomotora y sus vagones la escena y arrastrando consigo su penacho de humo, el vacío por doquier, la ausencia, cierta emoción a la espera de alguna manifestación inimaginable; éstos fueron algunos de los medios de gran simplicidad con los que De Chirico lograba traducir lo que Nerval llamaba "La efusión del sueño en la vida real". Sus obras transmiten todavía hoy en día sentimientos de profundo extrañamiento, una suerte de desesperanza que de tan asumida ya no duele, sino que se antoja una condena de por vida contra la cual ya no vale la pena ni dolerse, ni mucho menos cualquier atisbo de rebelión. De Chirico logra comunicar sentimientos de tristeza ontológica y de magia sombría, una nostalgia que parece imantar desde estas obras que, además, quedaban acentuadas no sólo por la calidad de los títulos, pues éstos amplificaban el efecto de las mismas. Valgan, como ejemplo, alguno de los títulos: "Misterio y melancolía de una calle", "El enigma de la hora", "Nostalgia del infinito" y otros. Por otro lado, a la época de las estatuas y las arcadas debía suceder la de los maniquíes y de los interiores, coincidiendo con el nacimiento de la escuela metafísica. Indudablemente, la obra maestra de la citada escuela es las "Musas inquietantes" (colección Gianni Mattioli). Los maniquíes sin rostro, erguidos en medio de un lugar desierto ante el lejano perfil del castillo de Este, con juguetes y accesorios a sus pies, son la imagen misma de los durmientes, inspirados de la época de los "sueños". A continuación, De Chirico renegó de estas obras, de las que podría pensarse que le fueron dictadas por "otro" que había en él. Lo importante de estas obras es que se convirtieron en pioneras del nuevo movimiento que habría de venir.

Nace el surrealismo

El Manifiesto del Surrealismo de 1924, jalona el movimiento histórico del movimiento. Esta declaración de derechos y deberes del poeta es hoy universalmente conocida y son muchos los que se saben de memoria las frases de Breton que ondean al viento de la tempestad como otras tantas banderas negras: "El hombre, ese soñador definitivo...", "Querida imaginación: lo que amo sobre todo en ti es que tú no perdonas"; "La sola palabra libertad es lo único que aún me exalta".
Estas frases irrumpían en un mundo que la guerra había minado moral e intelectualmente. Desde el Romanticismo y algunos destellos del Simbolismo, no se había oído un llamamiento apremiante formulado de modo tan perentorio. Su efecto tuvo fuerte repercusión y sus ondas propagaron el mensaje hasta nuestros días. Breton dio la siguiente definición del surrealismo: "Automatismo psíquico puro por el cual nos proponemos expresar, sea por escrito, verbalmente o de cualquier otra forma, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral". A lo que seguía un comentario filosófico: "El surrealismo descansa en la creencia de una realidad superior de ciertas formas de asociación no tenidas en cuenta hasta hoy, de la omnipotencia del sueño, del proceso desinteresado del pensamiento. Tiende a arrasar definitivamente todos los mecanismos psíquicos restantes y a sustituirlos en la resolución de los principales problemas de la vida".
El mismo año se inauguraba, en el número 15 de la calle "Grenelle", el Centro de Investigaciones Surrealistas, al que Aragón calificó de "romántico albergue para las ideas indeseables y las rebeliones perseguidas". Finalmente, el 1 de Diciembre de 1924 apareció el primer número de "La Révolution Surréaliste", con un prefacio firmado por J. A. Boiffard, P. Eluard y R. Vitrac, que empezaba así:
"Como el proceso del conocimiento ya no tiene lugar y la inteligencia no se tiene ya en cuenta, sólo el sueño deja íntegro el derecho del hombre a la libertad. Gracias al sueño, la muerte no tiene ya un sentido oscuro y el sentido de la vida se vuelve diferente". Luego se encuentra esta frase que justifica el análisis realizado del "Movimiento desenfocado": "Todo es murmullo, coincidencia; el silencio y la llama arrebatan su propia revelación".